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ellosnoexisten

extraño, extraño

extraño, extraño Sucedió ayer, en pleno mes de julio con ola de calor a cuestas.

Saqué del bolsillo de la chaqueta el papel y comprobé la dirección: allí era. Tardaron en abrir el tiempo justo que necesité para prometerme que seguiría una vez más fiel a la empresa y me ceñiría al guión.
-¡Tío Carlos! ¡Feliz Navidad!
-¿Cómo está mi sobrino favorito? Anda, ayúdame con los regalos.
Entramos al salón donde Sonia y Andrés daban los últimos retoques a la mesa vestida de gala. Nos saludamos según las habituales normas de urbanidad: a una hermana dos besos y a un cuñado la mano. Aquella vez no hubo problema para repartir los presentes: el paquete pequeño y azul para el padre, el mediano y rosa para la madre y el grande estampado para el niño. La corbata, el perfume y el coche teledirigido fueron recibidos con gratitud. Cenamos en un clima de ideal y prevista armonía y cantamos los villancicos de rigor ante el pesebre. Antes de irse a dormir, el pequeño me dio un largo abrazo. Mientras Sonia cargaba con su hijo escaleras arriba Andrés me acompañó a la puerta.
-Gracias por venir-dijo dejando un billete de veinte euros en mi mano.
Se lo devolví con una sonrisa y citando el punto noveno de nuestro decálogo:
“En Familyrent cobramos un precio justo y no aceptamos propinas”.

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