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ellosnoexisten

5º Susana después del trabajo

5º Susana después del trabajo Texto de luces que inspiró la ilustración. Gracias, lu.

Administra, ordena y decide durante13 horas seguidas 5 días en semana sobre sus tacones de bruja indómita. Siempre seria, traje sastre impecable en una gama de oscuros, marengos o piedras, con los que se siente más rígida y respetable. Se gana cada céntimo del sueldo que le pagan por hacer de perra de presa de la compañía.
Es la última en marcharse. Una a una la luz de los despachos se apagan menos la suya. Ya nadie intenta ofrecerle ayuda o invitarla a una copa porque siempre se niega. Y una vez que se han ido todos, se encierra con llave y enciende el ordenador para abrir su chat privado, y cada noche encuentra allí parpadeando, activo, disponible, un nombre que le estremece: Orión.
Se desabrocha los botones del austero traje y teclea un saludo, los ojos fijos, expectantes, la boca seca y ansiosa.

Orión: Siempre vuelves… ¿Vas a hacer lo mismo que anoche? ¿Otra vez quieres que te dé guerra?
Susana: hoy seré completamente obediente, no tendrás ninguna queja de mí.
Orión: Desnúdate y descríbeme tu ropa interior, dime qué llevas pegado al cuerpo.
S: ¿No quieres que te cuente cómo es mi traje de chaqueta? ¿Mi camisa de seda?
O: Déjate de rodeos, sé que estás ardiendo, siempre vienes cuando estás encelada, dime qué ropa interior llevas.

Ella hace lo que le dice, se quita la chaqueta que cuelga con cuidado sobre el sillón y suelta la cremallera de la falda que cae al suelo como un pájaro muerto. Luego desabotona completamente la blusa y queda con las medias y el resto de su lujosa lencería. Se sienta y teclea:

S: Llevo un bustier de encaje negro de Dior, sin tirantas, abrochado a la espalda por detrás y por delante, como un adorno, lleva cintas de seda roja que cruzan y separan el pecho.
O: ¿Tienes unas tijeras a mano?
S: Un abrecartas de metal con la empuñadura de ópalo.
O: Corta una a una las cintas que se cruzan.

Obedece, introduce con cuidado la punta del abrecartas desde la base de su estómago y va rasgando las más cercanas al ombligo, pero con gran precipitación se deshacen los cruces, se suelta y el corpiño se va abriendo de sur a norte, dejando ver las dos medias lunas de sus pechos que tratan de escapar de la presión.

S: Al cortar las primeras cintas se me ha abierto y se ha soltado un poco.
O: Quítatelo y sigue contándome, ya casi puedo olerte.
S: Estoy echada hacia atrás sobre el sillón, el corpiño completamente abierto deja ver mi cintura, el canal del pecho y los senos.
O: ¿Cómo son esas tetas?
S: Redondas separadas y de pezones grandes, oscuros.
O: Acaríciatelas con el abrecartas, aplasta los pezones con la punta fría. Y luego dibuja las areolas.

Ella ha comenzado a respirar con dificultad, la excitación le ha puesto roja la cara, antes de abrir completamente su ropa ya tenía el seno duro, engurruñado, la piel erizada hasta tal punto que el contacto del metal del abrecartas le hace gemir.

O: Cuéntame qué haces, cerda, cuéntame cuánto te gusta…

Ella, que tiembla, apenas puede escribir

S: sí
O: Ahora dime cómo son tus bragas.
S: Negras de gasa de seda, pequeñas y transparentes, excepto en la parte inferior que son rojas, la que cubre el vello...
O: Espero que estén ya empapadas… Corta esa parte roja y cuéntame lo que descubren…

Introduce con cuidado la punta del cuchillo en la tela de gasa que se abre con facilidad y luego, con más delicadeza en la tela roja de algodón, donde el trabajo se hace más peligroso; cuando termina, inmediatamente sale un trozo de carne rosa.

S: Veo mi vulva
O: Juega en ella con tus dedos, enchárcatelos. Y luego aprieta con fuerza y estírate la carne, pellízcatela… ¡tira!

Sube las piernas, enfundadas en las medias, y con tacón sobre la mesa del despacho, las abre y las coloca a cada lado de la pantalla. Se arrellana y se aplasta contra el sillón buscando su sexo, tirando de él, pellizcándolo. Ya no mira las señales que le dan desde el ordenador. Ha cerrado los ojos y el contacto de su mano sobre el pequeño triángulo de sus bragas la lleva a otros mundos sin más órdenes que la de sus pulsiones primarias. Se toca con más violencia, introduce los dedos en sus sexo y descarga su placer en convulsiones rápidas. Chilla como una gata, se despeina, agita la cabeza de un lado a otro y se mancha las manos con un disparo abundante de líquido blancuzco. Desaliñada y deshecha no parece la misma mujer.
Una vez que se recobra, cierra el PC sin despedirse. Se quita los despojos de la lencería y la mete en una bolsa de basura. Incorpora su cuerpo desnudo al uniforme de tirana, cierra el despacho y se marcha a casa.

Al pasar por el vestíbulo de las oficinas saluda mecánicamente al portero de noche. No conoce su nombre, no recordaría su cara, ni sabe que en internet se hace llamar Orión.

5 comentarios

Johannes -

very nice images

boixa -

encontre esto x casualidad.
mencantan tus textos i los dibujos

seguire visitandote. besos

Angel -

Ambos, texto e ilustración, me parecen fantásticos por la buena construcción y la verosimilitud que les retroalimenta. Muchas gracias. Ojalá tengas un tiempo para pasearte por los rincones de mi blog-revisa donde encontrarás poesía para insomnes inquietos. Bienvenido desde ya.
Angel

aly -

Excelente historia y que decir de la ilustración ¡Muy sugestiva! y la historia harto veridica :)

Bardo -

Magnífico. Muy interesante.

te propongo una exposición (En un futuro que no sea muy lejano) Seguiremos hablando.

Un abrazo