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ellosnoexisten

Flores y semen

Flores y semen Bordas, Jesús, ellos no existen ©,2003, inédita, capítulo 28

Domingo 23 de septiembre de 2001.

Este fue un dia de nuevos aromas y sabores.
Me desperté como más me gusta. Con la luz natural del nuevo día, independientemente del dia de la semana que fuera. Era domingo y eso hizo que el salir a desayunar en un bar, comprar el periódico, pasear y tomar un vermouth en el Zurich no fuera algo muy original. Volví a las dos de la tarde. Carlos estaba en la cocina. Llevaba puesto el delantal y unas manoplas acolchadas y sacaba del horno unas tortas humeantes. Tras el típico aroma de pan recién horneado aparecía el olor del sésamo tostado. Dejó la bandeja sobre la parrilla de la cocina y regó las tortas con un hilillo de aceite de oliva.
La mesa estaba preparada. Nada de hule y rollo de papel de cocina: mantel y servilletas de hilo.
Copas en vez de vasos
Música suave con una voz negra que me es familiar: el "Let´s" de Sarah Vaughan.
Es lo que escuchaba Sue Lyon en "Lolita", la adaptación de Kubrick de 1961.

-¿Hay hambre o qué?
-Sí, huele maravillosamente bien.
-No tenía levadura natural para hacer pan así que he hecho estas tortas para acompañar.

Tres semanas más tarde Rosario (no me acuerdo a cuento de qué le expliqué el menú de Carlos) me instruyó sobre el pan sin levadura: "Pan ázimo... Se utiliza para comulgar y es el único que está permitido en la pascua".

-¿Vino?
-¡Venga!-contesté.
Sirvió un par de vasos de la botella de Chardonnay que tenía abierta sobre la encimera de mármol.

-¿Funcionó la anestesia?
-Puede decirse que sí.
-Por la medicina occidental -levantó el vaso hacia mí.
-Por tu rollo Feng-shui.
-En media hora comemos.

Apuró su vaso y se giró. Colocó las tortas en un plato y las cubrió con un papel de estraza y una lámina de aluminio, volvió a colocar la bandeja en el horno, acercó una cacerola al fogón grande y encendió la vitrocerámica. Destapó la olla y vertió en ella lo que quedaba de la botella: aproximadamente un vaso de vino.

-¿Tanto le echas?
-¡Bah! Había sólo un culito.
-Creo que es la primera vez que te oigo algo parecido a un comentario despectivo a propósito de "un culito".

Reimos

Dijo que cocinaría flores y así fue. Ensalada con buganvillas, pollo con rosas, tortas de pan con ajonjolí y helado de jazmín. Dos datos me parecieron dignos de señalar a propósito del menú.

1. Había pedido las flores a amigos que tenían jardín ya que en las floristerías utilizan conservantes.
2. Preparó el helado la noche anterior porque así las flores están abiertas y el aroma que desprenden es mayor.

-Ha sido complicado lo del jazmín. El otoño ha entrado con puntualidad.
Y como yo no me demostraba muy impresionado añadió:
-Llegó el viernes. Por mensajero. Desde Sevilla.

Tras el café y un par de cigarrillos Carlos se fue. Me quedé en mi habitación escribiendo. Tumbado boca abajo sobre la cama con el portátil delante. Sonó el teléfono a las siete en punto. Era Sara. Había hablado con Chema y él me llamaría para convenir una hora y un lugar para vernos. En realidad cuando Chema llamó segundos después de colgar Sara lo único que dijo fue:

-En la cafetería "Tostadero" en la esquina de "Tres Cruces" con "Asunción" mañana a las seis de la tarde.

Sólo me dejó tiempo para contestar "allí estaré".
Una hora después volvió a llamar Sara.

-Dígame.
-Soy yo.

Su voz sonaba seria, quizás un tanto triste. Al menos comparada con el tono que suele utilizar una mujer ilusionada. Arriesgué:

-¿Se ha ido ya?
-¿Cómo sabes que estaba aquí?
-La intuición de mi lado femenino.
-¿Te apetece verme?
-¿Quieres tú?
-No hagas que te lo pida.
-En media hora estoy allí. Prepárame un wisqui.
-¿On the rocks?

Cuelgo y contesto en voz alta queriendo sin éxito imitar su voz porque tengo la mandíbula en tensión y los dientes apretados: ¡on the cojones!
En poco más de veinte minutos me planté en su casa. Hasta ahora cada visita se había iniciado con un beso apasionado de Sara nada más salir del ascensor. Allí mismo, en el pasillo de la escalera comunitaria. Esta vez la puerta de su casa estaba abierta y ella esperaba en el recibidor vertiendo lentamente el wisqui en un vaso bajo con hielo. Acercó el brazo con el vaso mientras sostenía la botella de Cardhu cerca de su cadera.

-Un wisqui para el señor -anunció con una voz un tanto entrecortada.

Siempre que puedo me aprovecho de una mujer que tiene las manos ocupadas así que le peiné el pelo con los dedos y le agarré la cabeza para besarle. En ese momento cobró sentido la escena que me proponía:
La puerta abierta
Las manos ocupadas
La jugada de distracción con el wisqui para eludir un beso.
El olor y sabor a dentrífico mentolado de su boca.

Mentí pues:

-Sabes a él.
-¿Puedes diferenciar el sabor de las salivas?-contestó como retando.
-No es saliva.

Sara y yo no tenemos ningún tipo de compromiso que le impida mantener relaciones con otros hombres. Por eso no entiendo que baje la cabeza como avergonzada. Las mujeres tienen su propia lógica.
Tras la cena Sara sacó las cuerdas. Esta vez fue diferente. La violencia que descargué contra ella no tenía nada que ver con el sadomasoquismo que habíamos desarrollado. Digamos que, exceptuando como hecho objetivo que se la estuve metiendo un buen rato, aquello tuvo poco de sexual.

-Dime qué es lo que eres
-Soy tu puta, cariño.
Dijo esto en un tono muy neutro y siguió chupándomela hasta que le solté una bofetada.
-Las putas no dicen "cariño".
-Es que yo soy una puta muy cariñosa.
Sonrió y le agarré la cabeza forzándo de nuevo la penetración. Quizás porque para Sara hay golpes que son muy dulces de recibir no obtuve la más mínima resistencia. Me pidió que la castigara y creo que fue para redimirse. Por aquel entonces Sara no podía decir que yo le hubiese fallado en algo y si iba a cambiar de opinión no sería porque yo me negara a darle un par de palos en el lomo. Faltaría más.

Antes de despedirme de ella le pregunté cómo iba a reconocerme Chema:
-Nunca me ha visto antes.
-Tú le reconocerás.
El último minuto del domingo dio alcance a mi taxi en la portería de Carlos.

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