Blogia
ellosnoexisten

narrativa

cosmética del enemigo

cosmética del enemigo

Nothomb, Amélie, Cosmética del enemigo, Barcelona, 2003, Editorial Anagrama, ISBN: 84-339-6992-7.

Las menos de 90 páginas (con letra grande y abundancia de espacios en blanco) dan para que hasta un lector regular-tirando-a-torpe como yo lea en una mañana este relato corto. Confesaré que compré este “Cosmética del enemigo” porque me plegué al bombardeo publicitario quésecuecista del que se beneficia Amélie Nothomb.

El relato es en tercera persona y creo que es un error de bulto. Las argumentaciones de un personaje principal-narrador hubieran sido más creíbles. Especialmente molesto ha sido encontrar sustituídas descripciones por pareceres o interpretaciones subjetivísimas de la autora, incluso explicándonos los pensamientos de los personajes.


(p.7) “-Buenos días –le dijo alguien en tono ceremonioso.”

(p.56) “Se produjo un silencio. Jérôme Angust parecía fuertemente conmocionado

Una perla difícilmente superable en cuanto a especulación:

(p.8) “Pero bueno –pensó Jérôme-, sólo me faltaba que un pelmazo viniera a darme la tabarra.”

-Hm hm –respondió en un tono que parecía querer decir: “Déjeme en paz”


Una muestra de diálogo inverosímil (sé que mi molestia es una opinión irrelevante, que no me guste, digo. ¡Hay gente que se pirra por el realismo mágico!):

(p.55)-”Yo dije: “Me decepciona usted”. Ella dijo: “Descaro no le falta. No sólo me viola sino que, además, tengo que estar a la altura de sus expectativas?” Yo dije: “Y si la ayudase a que me matara? Verá como coopero.” Ella dijo: “No veré nada. Ahora márchese.” Yo dije: “Al principio, hablaba usted de cuchillos. ¿Dónde los guarda?” No respondió. Fui a la cocina y encontré un cuchillo enorme.

-Por qué no intentó huir?


Aunque, seamos justos, eso no quita que encontremos diálogos con gracia:

(p.19) “-Es verdad. ¿Por qué limitar esos pequeños placeres de la existencia?

-Ya veo que no me toma en serio. Se está burlando de mí.

-Teniendo en cuenta lo que usted denomina asesinato, no tengo la impresión de hallarme en presencia de un gran criminal.

-Tiene razón, no soy ningún gran criminal. Soy un pequeño criminal sin envergadura.

-Valoro esos arrebatos de lucidez.

-Dése cuenta: sólo he matado a dos personas.

-Es una cifra mediocre. Hay que tener más ambición, hombre de Dios."


Los que hayan leído mínimamente datos biográficos sabrán que Amélie Nothomb padeció de anorexia y bulimia, tema que trata en su último libro:

(p.23) “Sabes que estás sometido a una fuerza oscura y detestable que, desde el fondo de tu estómago, se parte de risa.”


(p.24) “El enemigo es aquel que, desde el interior, destruye lo que merece la pena. Es el que te muestra la decrepitud contenida en cada realidad. Es aquel que saca a la luz tu bajeza y la de tus amigos. Es aquel que, en un dia perfecto, encontrará una excelente razón para que te tortures. Es aquel que te hará sentir asco de ti mismo. Es aquel que, cuando entreveas el rostro celestial de una desconocida, te revelará la muerte contenida en tanta belleza.


(p.30)“Me convertí en un ser torturado, angustiado, y empecé a comer como un poseso.”


(p.37)”No sabe lo que significa tener tanta sed y no tener derecho a beber mientras el agua fluye ante la mirada de uno, hermosa, salvadora, al alcance de sus labios. El agua te es negada a ti, que acabas de atravesar el desierto, por la incongruente razón de que no eres de su agrado.¡Como si el agua tuviera derecho a rechazarte!¡Menuda imprudencia!¿Acaso no se trata de tener sed de ella y no viceversa?

-Eso es un argumento de violador.

-No se imagina usted hasta qué punto.”


(p.79) “Soy la parte de ti que no se niega nada a sí misma”


Más perlas, de esas que podríamos llamar “cuidado con según qué ideas que las carga el diablo y se le disparan a los tontos”:

(p.45) “La habría reconocido entre cuatro mil millones de mujeres. La brutalidad sexual crea sus vínculos.

(p.57)”-Conocía aquella chica mejor que nadie. La había violado, lo que no estaba mal; la había asesinado, lo que sigue resultando el mejor método para conocer íntimamente a alguien.(...) Conocía su nombre, su sexo y su muerte.(...)”

(p.64) “Juzgo los actos con la vara de medir del placer que proporcionan. El éxtasis voluptuoso es la suprema meta de la existencia, y no necesita justificación alguna.”


Los diálogos no son verosímiles dado que ningún contertulio vacila y las réplicas, inteligentes, se dan rápidamente. Imagínense la escena llevada al cine...¿Quizás Kenneth Branagh?

(p.58) “-Acaso no se le pasa por la cabeza, maldito chiflado, que conocer a una persona consiste en vivir con ella, hablar con ella, dormir junto a ella y no en destruirla?

-Qué barbaridad, estamos cayendo en los grandes y terribles lugares comunes. Su próxima réplica será: “Amar es mirar juntos en la misma dirección.(...)¡Hay que ver lo sensiblera que es la gente que no ha matado a nadie, maldita sea!


(p.88) “-¿Así que regresé a mi casa y apuñalé a mi mujer varias veces, así, sin motivo?

-Sin otro motivo que el amor, que todo lo lleva a la perdición.”


Que ambos personajes hablen igual es un aparente defecto con una solución peregrina aunque insertada en el imaginario colectivo contemporáneo desde la publicación (y posterior producción para el cine) de “el club de lucha” de Chuck Palahniuk. Influencia (por decir algo moderado) de “Cosmética del enemigo” tanto en el “motor” de la historia, como en el desenlace. Toda la trama se desvela mediante una declaración de la conciencia del personaje. No porque el lector pueda construirla mediante un proceso creativo mental, sino que se le redacta, como una sinopsis completa.

la conciencia sobreactuada


Y es que el quésecuecismo es una doctrina peligrosa.


nota: los subrayados son mios.

la posibilidad de una isla

EN CONSTRUCCIÓN 

Houellebecq, Michel, la posibilidad de una isla, Madrid, 2005, Alfaguara, ISBN: 84-204-6914-9

Mi reseña para la biblioteca del pueblo es esta:

“¿Quién, entre vosotros, merece la vida eterna?” La clonació humana  és el tema superficial que fa servir en Michel Houellebecq per tractar d’altres menys especulatius (donat que pertanyen a l’experiéncia) com ara: maduresa, sexualitat, hipocresía, política, religió, família i ciència. Aquests pilars socials en crisis a l’occident del tercer mil.leni s’exposen a l’atac de idees precises expresades amb ironía, paraules directes i sense cap concessió a l’elegància (pag. 89. “todo esto me daba ciertas ganas de morirme, pero me contuve”) La trasmutació dels valors que presenta l’enfant terrible de la literatura europea a La posibilidad de una isla fan d’aquesta novela un text iconoclasta i revelador, contemporani dels millors Next Generation (Michael Chabon, Heidi Julavits, David Sedaris, Jonatham Lethem y Chuck Palahniuk) i alhora hereu de Henry Miller. Amb tot, Houellebecq sap molt bé el que es fa: (pag. 148) “si agredes al mundo con suficiente violencia, él te acaba escupiendo su cochina pasta; pero nunca, nunca te devuelve la alegría”.

(p.22) "la mayor ventaja del oficio de humorista, y más generalmente de la actitud humorística de la vida, es poder portarse como un cabrón con toda impunidad, e incluso rentabilizar cómodamente la abyección, tanto en éxito sexual como económico, todo ello con la aprobación general"

Pasando de complejos, Michel Houellebecq asigna con seguridad clichés antipáticos.

(p.23) "En general, las mujeres carecen de humor, por eso consideran que el humor forma parte de los valores viriles; así que, a lo largo de toda mi carrera, no me han faltado ocasiones para meter el órgano en alguno de los orificios adecuados (...) La vida empieza a los cincuenta años, es cierto; con la salvedad de que termina a los cuarenta."

(p.25) "Tampoco se me ocurriría nunca aparearme con una hembra de su especie. La barrera interespecífica, que suele ser territorial en los invertebrados y las plantas, se vuelve principalmente comportamental en los vertebrados superiores."

(p.27) "El día del suidcidio de mi hijo me hice unos huevos con tomate. Más vale perro vivo que león muerto, como dice sabiamente el Eclesiastés. Nunca quise a ese niño: era tan idiota como su madre y tan malo como su padre. Su desaparición estaba lejos de ser una catástrofe; podemos apañárnoslas sin seres humanos como él:"

(p.30) "Naturalmente, como en todas las historias serias, nos acostamos la primera noche"

(p.36) "al principio GQ no iba dirigida a los maricas, al contrario, era más bien macho a tope: tías buenas, coches, un poco de actualidad militar; es cierto que al cabo de seis meses se dieron cuenta de que había muchísimos gays entre los compredores, pero fue una sorpresa"

(p.47) "Los directores de cine, como pronto tuve ocasión de comprobar, no tienen mucho nivel: basta con darles una idea, una situación, un fragmento de historia; cosas, todas ellas, que serían totalmente incapaces de concebir solitos; se añaden unos cuantos diálogos, tres o cuatro ocurrencias gilipollas -yo era capaz de escribir unas cuarenta páginas de guión al día-, se presenta el producto y se quedan maravillados. Lugo se pasan la vida cambiando de idea sobre todo lo que se les pone por delante:

ellos mismos, la productora, los actores, lo que sea. Basta con ir a las reuniones de trabajo, decirles que tienen más razón que un santo, reescribir siguiendo sus instrucciones y ya está; nunca he ganado dinero con tanta facilidad."

(p.58) Lo único que consigue dar al trate con tus últimas ilusiones sobre la humanidad es ganar rápidamente una importante suma de dinero; en tonces ves llegar a los buitres hipócritas. Para que se te abran los ojos, es fundamental ganar esa suma de dinero: los auténticos ricos, que nacen ricos y nunca conocen más ambiente que el de la riqueza, parecen inmunizados contra el fenómeno, como si junto con la riqueza hubieran heredado una especie de cinismo inconsciente, reflejo, que les advierte desde el primer momento que casi todas las personas que conozcan no tendrán otro objetivo que sacarles dinero por todos los medios imaginables; así que se comportan con prudencia, y mantienen su capital intacto . Para los que han nacido pobre, la situación es mucho más peligrosa; bueno, yo era lo bastante cabrón y cínico como para darme cuenta, había conseguido desbaratar la mayor parte de las trampas; pero amigos, no, ya no tenía.

(...)

(p.59)...esa convicción bien afianzada de que el niño es una especie de enano vicioso, de una crueldad innata, en el que se dan cita inmediata los peores rasgos de la especie y del que los animales domésticos se apartan con sabia prudencia.

(p.60) (...)" a cualquier observador imparcial le resulta evidente que el individuo humano no puede ser feliz, que no ha sido concebido en absoluto para la felicidad, y que su nico destino posible es propagar la desgracia a su alrededor, haciendo que la vida de los demás sea tan intolerable como la suya propia; i por lo general, sus primeras víctimas son sus padres."

(p.61) "durante esos mismos años aparecieron en Florida las primeras childfree zones, residencias de alto standing para treintañeros sin complejos que confesaban sin rodeos no poder soportar los alaridos, la baba, los excrementos, en fin, los inconvenientes medioambientales que sueles ir unidos a la prole.

(p.65) "La soledad en pareja es un infierno consentido. En la vida de la pareja suelen existir desde el principio algunos detalles, ciertas discordancias sobre  las que uno decide tácitamente callarse, con la seguridad entusiasta de que el amor acabará arreglando todos los problemas. Estos problemas crecen poco a poco, en silencio, hasta que unos años después terminan por explotar y destruir cualquier posibilidad de vida en común. Desde el principio, Isabelle prefería que se la follara por detrás; cada vez que que yo intentaba un acercamiento diferente ella se dejaba al principio y luego, como a su pesar, se daba la vuelta con una risita incómoda".

(p.67) "Cuando desaparece la sexualidad, lo que aparece es el cuerpo del otro, con su presencia vagamente hostil; los ruidos, los movimientos, los olores; y la presencia ,isma de ese cuerpo que ya no podemos tocar, ni santificar mediante el contacto, se convierte pococ a poco en algo incómodo; desgraciadamente, nada de esto es nuevo. LA desaparición de la ternura sigue siempre de cerca a la del erotismo (...) Cuando el amor físico desaparece, todo desaparece; una irritación taciturna, sin profundidad, viene a llenar la sucesión de los días. Y yo me hacía bien pocas ilusiones sobre el amor físico. Juventud, belleza, fuerza; los criterios del amor físico son exactamente los mismos que los del nazismo." (las negritas son mías) 

(p.78) “Nadie puede ver por encima de sí, decía Schopenhauer para expresar la imposibilidad de un intercambio de ideas entre dos individuos de nivel intelectual demasiado diferente.”
(p.83) “...sólo un país genuinamente moderno era capaz de tratar a los viejos como meros desechos, y que semejante desprecio de los ancestros habría sido inconcebible en África o en un país asiático tradicional.”
(p.89) “todo esto me daba ciertas ganas de morirme, pero me contuve”.
“Tras haber militado toda su vida a favor de una liberación sexual que no había conocido, Robert el Belga militaba en ese momento a favor de la eutanasia, que, por el contrario, tenía todas las posibilidades de conocer.”
(p.100) “En cuanto a Fadiah, no mpodía tener más de veinticinco años, y era difícil juzgarla más allá de lo estrictamente erótico; cosa que tampoco parecía preocuparla sobremanera. Se cubría los senos con una faja blanca, llevaba una minifalda ceñida, y más o menos nada más. Yo siempre había estado más bién a favor de este tipo de cosas; sin embargo, no se me levantó.”
(p.101) “Al principio, el profeta había pensado en contruir la embajada en Jerusalén, todo un clásico; pero había problemas, disputas de vecindad..., en fin, que no era un buen momento.”
(p.112) “La postura del profeta, que Odile recordó a los asistentes, era extremadamente clara: hay un momento en la vida humana llamado pubertad en el que aparece el deseo sexual: la edad, que varía según los individuos y los climas, suele estar entre los once y los catorce años. Hacer el amor con alguien que no lo desea o que no está condiciones de dar un consentimiento bien informado, ergo un prepúber, está mal; lo que pueda ocurrir después de la pubertad, evidentemente, no está sujeto a ningún juicio moral, y poco más había que decir sobre el asunto. La tarde se estaba atascando en el sentido común, y a mí empezaba a hacerme falta un aperitivo;(...)”
(p.136) “...es el principio mismo del arte de intervención: crear una parábola eficaz, que otros deforman más o menos al repetirla o narrarla, para modificar de rebote al conjunto de la sociedad:”
(p.137) “Darle una moneda a un pobre porque no tiene pan es perfecto; pero chuparle la polla porque no tiene amante sería demasiado: no es una obligación.”
(p.142) “Supongo que los revolucionarios son aquellos capaces de asumir la brutalidad del mundo y responderle con mayor brutalidad todavía.”
“Antes de Duchamp, la meta final del artista era proponer una visión del mundo personal y exacta a la vez, es decir, capaz de despertar la emoción; y ya era una ambición enorme. Después de Duchamp, el artista no se conforma con proponer una visión del mundo, intenta crear su propio mundo; es, literalmente, el rival de Dios.”
(p.156) “Así que algo dentro de mí sabía, siempre había había sabido que terminaría encontrando el amor; hablo del amor compartido, el único que vale la pena, el único que puede llevarnos de verdad a un orden de percepción diferente, donde la individualidad se resquebraja, donde las condiciones del mundo se modifican y su continuación se revela legítima. Sin embargo, yo no tenía nada de ingenuo; sabía que la mayoría de la gente nace, envejece y muere sin haber conocido el amor. Poco después de la epidemia de las “vacas locas”, se promulgaron nuevas normas para identificar la procedencia de la carne bovina. En las secciones de carnicería de los supermercados, en los establecimientos de comida rápida, se vieron aparecer pequeñas etiquetas con inscripciones parecidas a ésta:”Nacido y criado en Francia. Sacrificado en Francia”. Pues sí, una vida sencilla.”
(p. 169) “La única manera de sobrevivir cuando estás realmente enamorado es disimularlo ante la mujer a la que amas, fingir en cualquier circunstancia un ligero desapego. ¡Qué tristeza en esta simple constatación!¡Qué acusación contra el hombre!... Sin embargo nunca se me había ocurrido poner en duda esa ley, ni pensar en sustraerme a ella; el amor te vuelve débil, y el más débil de los dos acaba oprimido, torturado y finalmente muerto a manos del otro, que por su parte oprime, tortura y mata sin intención de hacer daño, sin sentir placer alguno por ello, con una total indiferencia; eso es lo que los hombres, por regla general, llaman amor.”
(p.171) “Es sencillo definir el amor, pero se prodiga poco en la secuencia de los seres. A través de los perros rendimos homenaje al amor y a su posibilidad. ¿Qué es un perro sino una máquina de amor? Le ponen delante a un ser humano, le encargan la misión de amarlo y, por poco agraciado, perverso, deforme o estúpido que sea el ser humano, el perro lo ama. Esta característica era tan asombrosa para los humanos de la antigua raza, los impresionaba tanto, que la mayoría –todos los testimonios concuerdan- terminaba por corresponder al amor de su perro. Así que el perro era una máquina de amor capaz de entrenamiento; cuya eficacia, no obstante, se limitaba a los perros y nunca se extendía a otros seres humanos.”
(P.175) “Aunque, por regla general, la famosa fórmula de Stendhal –que tanto gustaba a Nietzsche- según la cual la belleza es una promesa de felicidad es completamente falsa, puede aplicarse perfectamente al erotismo. Esther era maravillosa, pero también Isabelle; probablemente Isabelle era, de joven, aún más guapa. Pero Esther era más erótica; era increíble, deliciosamente erótica, como comprobé una vez más cuando volvió del cuarto de baño: nada más ponerse un suéter amplio bajó un poco los hombros para que se vieran los tirantes del sujetador, y luego se tiró del tanga para que se sobresaliera del vaquero; hacía todos aquellos gestos automáticamente, sin pensarlo siquiera, con una naturalidad y un candor irresistibles.”
(p.180) “Como muchas chicas muy guapas se sentía mal confacilidad, era delicada en el plano nutricional, y al principio se lo había tragado con reticencia; pero la experiencia le había demostrado con perfecta claridad que tenía que resignarse, que la degustación del esperma no era, para los hombres, un acto indiferente u opcional, sino que constituía un testimonio personal insustituible; ahora lo hacía con alegría, y yo sentí una felicidad inmensa al correrme en su boquita.”
(p.186) “...y fue como si todo estuviera escrito desde hacía mucho tiempo por una autoridad suprema y mi felicidad también estuviera incluida en la economía del sistema.

(p.187) “Para mí fue una sacudida bastante dolorosa; el sueño de todos los hombres es encontrar zorritas inocentes pero dispuestas a todas las depravaciones; cosa que, más o menos, son todas las adolescentes. Luego, poco a poco, las mujeres sientan la cabeza, condenando así a los hombres a estar eternamente celosos de su pasado depravado de zorrita. Negarse a hacer algo porque ya lo has hecho, porque ya has vivido la experiencia, lleva rápidamente a una destrucción, tanto para ti mismo como para los demás, tanto de cualquier razón de vivir como de cualquier futuro posible, y te sume en un pesado hastío que acaba convirtiéndose en una amargura atroz, acompañada de odio y de rencor hacia quienes todavía forman parte de la vida.”

(p.187) “Para mí fue una sacudida bastante dolorosa; el sueño de todos los hombres es encontrar zorritas inocentes pero dispuestas a todas las depravaciones; cosa que, más o menos, son todas las adolescentes. Luego, poco a poco, las mujeres sientan la cabeza, condenando así a los hombres a estar eternamente celosos de su pasado depravado de zorrita. Negarse a hacer algo porque ya lo has hecho, porque ya has , lleva rápidamente a una destrucción, tanto para ti mismo como para los demás, tanto de cualquier razón de vivir como de cualquier futuro posible, y te sume en un pesado hastío que acaba convirtiéndose en una amargura atroz, acompañada de odio y de rencor hacia quienes todavía forman parte de la vida.”

(p.195) “No sólo los viejos ya no tenían derecho a follar, dije con ferocidad, sino que ya no tenían derecho a rebelarse contra un mundo que los aplastaba sin comedimiento, convirtiéndolos en presa indefensa de la violencia de los delincuentes juveniles antes de aparcarlos en morideros asquerosos donde unos auxiliares de enfermería descerebrados los maltrataban y humillaban, y a pesar de todo eso les estaba prohibido rebelarse, la rebelión, como la sexualidad, como el placer, como el amor, parecía reservada a los jóvenes y no tener la menor justificación para nadie más, cualquier causa incapaz de despertar el interés de los jóvenes se descalificaba de antemano, en resumen, a los viejos los trataban en todos los aspectos como a puros desechos a los que ya sólo se les concedía una supervivencia miserable, condicional y cada vez más estrechamente limitada. “

 

(...)

 

“¿por qué no obligar a los adolescentes, chicos y chicas, consumidores voraces y aborregados, siempre lampando por dinero de bolsillo, a ejercer la prostitución, único medio a su alcance para corresponder, en una débil medida, a los inmensos esfuerzos y fatigas consentidos en pro de su bienestar? ¿Y por qué mantener ese absurdo y humillante tabú del incesto en una época que había perfeccionado la anticoncepción y tenía perfectamente delimitado el riesgo de degeneración genética?”

 

(p.196) “...en el fondo me parecía normal que el intercambio de ideas con alguien que no conoce tu cuerpo, que no está en posición de hacerlo sufrir o de llenarlo de alegría, sea un ejercicio falso y a fin de cuentas imposibl, porque somos cuerpos, somos sobre todo, principal y casi únicamente, cuerpos, y el estado de nuestros cuerpos es la verdadera explicación de la mayoría de nuestras concepciones intelectuales y morales.”

 

(p.197)...una chica guapísima (...) se convierte de la manera más natural en un monstruo de egoísmo y de vanidad autosatisfecha. En este caso, la belleza física desempeña exactamente el mismo papel que la nobleza de sangre en el Antiguo Régimen, y la breve conciencia de que estas chicas guapísimas puedan tener en la adolescencia del origen meramente accidental de su rango pronto cede el paso a una sensación de superioridad innata, natural, instintiva, que las sitúa lejos y muy por encima del resto de la humanidad”.

 

(p.198) “En el fondo, como todas las chicas guapísimas, sólo servía para follar, y habría sido una estupidez ponerla a hacer otra cosa, verla como algo más que un animal de lujo, mimado, acariciado y protegido tanto de cualquier preocupación como de cualquier tarea pesada o difícil para que pudiera consagrarse mejor a sus servicios exclusivamente sexuales.

 

(p.199) “...y aunque podía desear a alguien perfectamente despreciable, si más de una vez me había tirado a una tía con el único objetivo de asegurar mi control sobre ella y, en el fondo, de dominarla, aunque había llegado a utilizar en mis espectáculos ese sentimiento tan poco loable, hasta el punto de manifestar una perturbadora comprensión por esos violadores que asesinan a su víctima inmediatamente después de disponer de su cuerpo, siempre había sentido, por el contrario, la necesidad de apreciar a alguien para poder amarlo, en el fondo nunca me había sentido completamente a gusto en una relación sexual basada en la mera relación erótica y la indiferencia hacia el otro, para ser sexualmente feliz siempre había necesitado, a falta de amor, un mínimo de simpatía, de aprecio, de comprensión mútua; no, no había renunciado a la humanidad.”

 

(p.200) “Toda energía es de orden sexual, no principalmente, sino exclusivamente, y cuando el animal ya no vale para reproducirse, ya no vale para nada más. Con los hombres pasa lo mismo; cuando muere el instinto sexual, escribe Schopenhauer, se consume el verdadero núcleo de la vida; y anota en una metáfora de terrible violencia: “La existencia humana se asemeja a una representación teatral que iniciaran actores vivos y concluyeran autómatas vestidos con los mismos trajes”

 

(p.208) “Era ridículo, de acuerdo, pero sólo en la medida –en el fondo bastante débil- en que puede serlo algo puramente sexual; el humor y el sentido del ridículo (a mí me pagaban, y me pagaban estupendamente, por saberlo) sólo pueden lograr una auténtica victoria cuando atacan blancos desarmados de antemano, como la religiosidad, el sentimentalismo, la abnegación, el sentido del honor, etcétera; por el contrario, son impotentes para dañar seriamente los determinantes profundos, egoístas y animales de la conducta humana.”

 

(p.203) “Por regla general, se considera a los hombres pollas con patas, capaces de tirarse a cualquier tía a condición de que sea lo bastante excitante, sin tener en cuenta sentimiento alguno; es un retrato bastante exacto, pero de todos modos un poco forzado. Bien es cierto que Susan era maravillosa, pero al verla chuparle la polla al profeta no había sentido la menor oleada de adrenalina, ni el más mínimo impulso de rivalidad simiesca, en lo que a mi respecta el efecto había sido un fracaso, y me sentía, en líneas generales, inusitadamente tranquilo.”

 

 

 

 

 

 

El síndrome de mi Estocolmo

El síndrome de mi Estocolmo

Bandera, Magda, El síndrome de mi Estocolmo, 1999, Plaza & Janés

(Reseña de Juliane Gaebler, Berlin)

 

En mi opinión, “El síndrome de mi Estocolmo” es un diario de viaje en el mejor y más claro sentido. Describe en unas 200 páginas un viaje por Escandinava desde un punto de vista muy personal, sin olvidar incorporar un toque irónico en las caracterizaciones de las atracciones turísticas y encuentros sociales con otros interrailers. A la vez, las descripciones de los paisajes son muy pictóricas y dan un reflejo realista de lo que uno ve cuando traspasa los países escandinavos por primera vez.

Describiendo el pueblo de Santa Claus cerca de Rovaniemi, la capital de Laponia: “Allí, rozando el Circulo Polar Ártico, han construido el hortero y cursi pueblo de Santa Claus, un miniparque temático que incluye  una oficina de correos polivalente en la que se pueden pedir regalos durante todo el año y gestionar los tramites para conseguir el sello que certifica que se ha traspasado la mítica frontera.” (p. 81)


Ya de vuelta, tras alcanzar el Cabo del Norte, se  demuestra el problema de la mayoría de los diarios de viaje: Es difícil seguir manteniendo la tensión en el camino de vuelta, aunque se trata de una gira, y no de desandar el camino inicial. Pero como quería saber cómo acaba la historia con Niklas en Uppsala, claro que no he podido dejar el libro antes de acabar la última página.

Para resumirlo: Un libro divertido y valiente para darse ganas de viajar a Escandinava o para volver a hacerlo. O simplemente para recordar las propias experiencias e historias que uno ha vivido durante su estancia en el norte.

 

P.D: apúntense a la lotería (Jesús)

Haciendo aguas

Haciendo aguas Bandera, Magda, Haciendo aguas, Barcelona, 2000, Editorial Plaza & Janés, S.A.

 

 

No soy viajero, o lo que me gusta es viajar a través de las mentes de mis amigos, si se quiere. Psiconautólogo, que diría mi amigo imaginario Manu. Por otro lado, Uds. ya saben que mis lecturas están condicionadas ante mi rechazo a la novela en tercera persona. Con estas premisas, uno no aborda con demasiado optimismo una novela sobre un viaje y que empieza explicando sentimientos “ajenos”:

 

 

“El frío hace temblar a las personas y el calor a las cosas. Pero aquel mediodía de julio, Fredrik Andersson no se sentía demasiado humano y tiritaba como el vapor que, mareado, se asomaba a la chimenea del ferry rumbo a Córcega”

 

 Me puede la belleza, a mi y a mis posiciones iniciales. Seguí leyendo y me adentré para mi grata sorpresa en historias explicadas desde el yo. O los “yoes”, porque sólo se puede escribir así, y además queda perfectamente justificado cuando entendemos que hay personajes que no son menos que caras del narrador, una estrategia del “salirse de una misma”: (p.92) “Allí la atendió una señora que parecía tan cansada como las colchas de sus camas”.

 

 

Haciendo aguas se lee de un tirón, de dos, si como en mi caso, Uds. prefieren dejarse unas páginas para el día siguiente. Uds. encontrarán puntos de anclaje y plataformas de impulso. Llámenme pejiguero, pero hay detalles de escritura sublimes que si están bien medidos, me arrebatan: (p.46) “Su novio, el eterno novio de mi madre, es profesor de latín, muy inteligente, demasiado para poder quererlo”.

 

 

Un viaje tiene componentes de huída ( p.75 “Estoy en Cerdeña, en el culo del mundo, en una tierra que me recuerda demasiado al lugar del que vengo huyendo”), de tránsito y de advenimiento, mentales, de estrategia vital. Y por supuesto paisajes, gentes y costumbres, encuentros, desencuentros y despedidas.

 

 

Lean, lean esto:

 

 

(p.78) (…) “Pero para que te hagas una idea, lo salvaje de estas tierras es que te hacen creer que las has domesticado, pero luego apenas si les arrancas nada, exactamente como nos pasa a nosotros.

 

Me gustaría verte y contarte todo esto en persona, pero por ahora no pienso ir a Villanueva. No voy a hacerlo en una buena temporada, a no ser que me invites a tu boda. Te casarás, estoy segura de que te casarás cualquier días de éstos, y montarás la filmoteca que querías abrir. La semana pasada estuve en un cine de pueblo y por supuesto también me acordé de ti. Ya ves, puedes hincharte como un sapo, no he hecho otra cosa que pensar en ti desde que me monté en el primer autobús sardo y vi un cartelito que decía “VIETATO PARLARE CON EL AUTISTA” (PROHIBÍDO HABLAR CON EL CONDUCTOR). Me dolió recordar todas las veces en que te llamé “autista” injustamente. Tú nunca me has llamado “trepa” ni “calientapollas”, y en eso me he convertido. Carlitos, pero no voy a dejar que nadie me lo diga a la cara.

 

Sé exactamente lo que soy, pero también sé que no le voy a poner remedio.”

 

 

 

Fragmentos así son los únicos esperados por mi en un relato de viajes (o de “no viajes”) que valga la pena.

 

 Tentado estuve, en un arranque de egoísmo mediocre, de no recomendarles “Haciendo aguas”, pero, que quieren que les diga, lo asimilado ya me pertenece y además no soy tan mal tipo.

 

 

Gracia Magda

P.S. El enlace del blog de Magda Bandera lo tienen en en la sección ad hoc de ellosnoexisten.

 

 

 

la cosa catalana

la cosa catalana cosa:
(Del lat. causa).
1. f. Todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta.
2. f. Objeto inanimado, por oposición a ser viviente.
3. f. nada. U. con neg. No valer cosa
4. f. Asunto, tema o negocio.
5 , 6 y 7...

La palabra cosa es una especie de tabú para quienes crecimos inmersos en una educación* que se ocupaba, entre voluntariosa y castrante, de ofrecernos vocabulario más que suficiente para evitar usar un comodín insoportable por indefinido. Pero vean Uds. que, siendo "cosa" una palabra en vias de extinción, adquiere máxima importancia como significante de lo "por inventar". Propongo a los firmantes de la propuesta de Estatut que definan Catalunya, no como Nació, sino como Cosa (noten la ventaja añadida de que se escribe de manera idéntica en castellano). Probemos, y en vez de:
És per tot això que aquest Estatut estableix que:
Primer.- Catalunya és una Nació
**
digamos:
És per tot això que aquest Estatut estableix que:
Primer.- Catalunya és una Cosa

Un cambio de palabra y resueltos de un plumazo los problemas de definición con respecto a España. Además del golpe de efecto basado en la modernidad, imaginación, capacidad de reinventarse,... soluciones de diñeño ad hoc, qué duda cabe.
Dice mi amigo imaginario Manu que si, debido a la miopía de nuestros políticos, mi propuesta no es aceptada, intente venderla en Madrid, dado que resolvería igualmente "el problema". Él mismo verbalizó el artículo 1 con la modificación propuesta:

"España se constituye en una Cosa social y democrática de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político"

¿Les parece?

P.S. Ayer, al comentar a un ex-compañero de candidatura mi propuesta él se desmarcó con otra idea igualmente válida: "Catalunya és una Nació; o no"
Sociedad dinámica y emprendedora dónde las haya, oiga.

* sé que hablo de una entelequia, y que realmente me refiero a educadores, profesores o maestros.
**Es por todo esto que este Estatut establece que:
Primero.- Catalunya es una Nación

El vagabundo de la muerte (por x.pibernat)

El vagabundo de la muerte (por x.pibernat) Mi padre siempre decía que la vida sin misterios no merecía ser vivida, por ello siempre andaba manejando alguno. Tenía una carpeta con más de trescientas hojas con dos apartados: “misterios por resolver” y “misterios resueltos”, con un índice, siempre provisional, de los mismos. Mi padre elegía algún misterio y lo escrutaba desde todas las ópticas posibles hasta llegar a alguna conclusión que le pareciera idónea, ya fuese al cabo de unos minutos, horas o años... Después, seguía con otro, y así sucesivamente. Era muy celoso de lo que ahí anotaba, sólo nos permitía - a mi madre y a mí - acceder a algún misterio a partir de deliberaciones verbales, siempre muy escasas. Cuando acaeció su muerte mi madre guardó sus resoluciones e interrogantes en uno de los cajones del armario ropero, como una continuidad en el sigilo y discreción que había mantenido mi padre respecto a aquellos escritos. Nos dimos un tiempo sin fecha prevista antes de acceder a aquellas páginas abigarradas de letra pequeña, asfixiada en renglones que se tocaban los unos con los otros. Un tiempo que llegaría cuando tuviese que llegar, como todo en la vida.
En la primera página hay escrito un párrafo en letras de un tamaño superior al normal: “Cada leyenda tiene su origen, su misterio... A veces, para desentrañar los misterios, es preciso removerlo todo, ahondar en el alma de uno hasta el agotamiento. En otras, en cambio, los misterios se solventan con sólo cerrar los ojos”.


Mi padre murió a los setenta años recién cumplidos sin haber realizado testamento. Mi madre con cincuenta y ocho años quedó como usufructuaria de sus bienes, recayendo en mi persona la totalidad de la herencia. La gestión de la misma se hizo acorde a lo que tantas veces se había hablado en las sobremesas de las comidas del domingo. El primer paso fue acudir al pueblo natal de mi padre para comunicar a algún pariente y amigos su deceso, así como revisar el mantenimiento de una casa propiedad de mi padre, una casa en la que habían nacido su abuelo, su padre y un hermano, todos ya fallecidos.

Así, un día del mes de noviembre del año 1.967, tomé un tren en la estación de Francia de Barcelona, en dirección a Sagunto donde pernocté, para al día siguiente subir a un autobús que me llevó a Teruel. Allí, otro autobús me dejó a unos ocho kilómetros de un pueblecito olvidado, enclavado en los Montes Universales. Finalmente, después de caminar la mitad del trayecto, un lugareño me hizo sitio en el tractor hasta llegar a las inmediaciones del pueblo. Nos pusimos al corriente de algunas cuestiones relativas al pueblo y a mi presencia en aquellos parajes.
En el pueblo no vivirían más de ochenta personas. Ésta era la tercera vez que visitaba aquel lugar, la última fue hace unos doce años, cuando falleció mi abuelo.
A las tres de la tarde el bar estaba bastante concurrido. Al entrar fui objeto de las miradas de todos los contertulios. Me dirigí al propietario del local, aunque tuve que presentarme pues no me reconoció. Después de saludarnos, requirió silencio y comunicó a los presentes mi identidad: “Este muchacho es Fernando, el hijo de Esteban Herrero”. Muchos habían sido amigos de mi padre, o simples conocidos que me escrutaron en busca de semejanzas físicas. La mayoría recordaba a un chaval de catorce años que había acudido al entierro de su abuelo.
Cuando estaba tomando el café, las campanas de la iglesia convocaron a los feligreses a un entierro. El muerto era Aniceto, antiguo amigo de mi padre, que dejaba mujer y un hijo. Me dije que no podía faltar, por lo que acompañé a las gentes del pueblo a darle el último adiós. En el interior de la iglesia, los de pompas fúnebres, venidos de Teruel, habían colocado el féretro en el pasillo de la iglesia, delante mismo del altar. En voz baja, me fueron presentando a unos y a otras, hasta llegar a la viuda e hijo. Les di el pésame y me situé unos bancos más atrás. El cura de la comarca no tardó en aparecer. Todo en orden.
El acto transcurrió sin demasiada solemnidad. Se loaron las virtudes del finado y se leyeron algunos versículos de la Biblia. En plena lectura de uno de ellos: “... y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor ...”, una terrible agitación conmovió el sopor general. Las personas cercanas al ataúd fueron presas de un ataque de histeria. Desmayos, gritos, pánico... Una frase tomó vida en la cúpula eclesial: ¡¡¡¡Está vivo, está vivo!!!!

Fueron unos minutos aterradores. Según decían algunas personas cercanas al ataúd se habían escuchado sordos golpes y una voz cavernosa que salía de su interior. Al exigirse silencio por parte de los más serenos en aquella histeria colectiva, todos pudimos escuchar unos gemidos que provenían de la caja mortuoria. Los empleados de pompas fúnebres acudieron a liberar los goznes con una inmaculada expresión de miedo. En la iglesia la tensión era insoportable. Al fin, levantaron la tapa y se echaron atrás. Entonces, el presunto muerto se levantó como un resorte, quedando en posición de asiento dentro del ataúd. Sus ojos, desorbitados, nos miraron acusadores. Todos advertimos que aquel hombre ya no era Aniceto, era alguien desconocido. El hijo de Aniceto le dirigió unas palabras temblorosas: “¿Padre, padre, cómo se encuentra...?” Pero Aniceto no contestó. Se puso boca abajo, buscó apoyo, sacó una pierna de la caja, con una mano se sujetó a una de las varas de las andas y finalmente saltó al suelo. Nadie le ayudó en su acción, su salto a la vida provocó una temerosa reacción en todos los asistentes a la ceremonia.
Era una situación que parecía irresoluble hasta que el cura acudió en ayuda de todos: “Hermanos, acojamos a Aniceto en su nuevo despertar a la vida. Hermanos, hagamos de esto una fiesta y no un motivo de desconfianza”. Entonces el cura bajó del púlpito y fue a abrazarse con Aniceto. La escena dio un giro absoluto, el miedo descendió a un umbral más controlable y la ex viuda se abrazó a su marido llorando de manera desconsolada. Su hijo hizo lo propio. Fue después que, algunos vecinos más repuestos, se fueron acercando para dar la mano y abrazar a aquel hombre completamente desorientado.
Se requirió con urgencia la presencia del médico que vino de Albarracín, quien dictaminó que Aniceto había sido víctima de una catalepsia, un estado especial de completa rigidez, insensibilidad e inmovilidad, donde el corazón late con una frecuencia bajísima. Le prescribió unos días de descanso con reiteradas aspersiones de agua fría en la cara y le hizo un volante para que, en días posteriores, se le realizara un estudio completo en un centro psiquiátrico adscrito a la seguridad social, en Valencia.
Como es de suponer en el pueblo no se hablaba de otra cosa. Sin decirlo, nadie se encontraba cómodo con aquella especie de milagro o broma del destino. En cualquier caso, dos días después de aquel suceso y una vez resueltos los trámites que me llevaron hasta allí, me despedí de aquellas gentes esperando volver a verles en un futuro no demasiado lejano.


Pasaron casi cinco años en los que perdí a mi madre, víctima de una penosa enfermedad. Por un reverencial respeto sólo entraba en la que fue la habitación de mis padres para quitar y barrer el polvo. Ni siquiera abrí el armario o algún cajón de las mesitas de noche. Nada.
En otro orden de cosas, mi trabajo como funcionario seguía siendo tan aburrido como siempre. Me ocupaba la mayor parte del día, así como los sábados por la mañana e incluso algún festivo según la onomástica. Mi mayor afición era ver el fútbol por la televisión, comprar periódicos deportivos y acercarme al canódromo. Ante la ausencia de familiares cercanos - una hermana de mi madre vivía en Sevilla y un primo hermano en Lugo -, mi poca habilidad en trabar relaciones con el sexo femenino, mi carácter introvertido, etc., mi vida era una solitaria rutina en la que me encontraba más o menos a gusto, pero siempre con aquella extraña sensación de avidez de que pasara algo.

Aprovechando unas vacaciones, tomé la decisión de rendir una nueva visita al villorrio donde había nacido mi padre, con la idea de vender la casa. Este vez me desplacé en vehículo, llevé mi coche hasta el corazón del pueblo, delante mismo del bar, que se encontraba cerrado. Me sorprendió el no haber visto a nadie, ni en los campos ni en el pueblo, todo aparecía cerrado a cal y canto, el ambiente denotaba abandono. Toqué la bocina varias veces con la esperanza que alguien la oyese y diera señales de vida. Fue en vano. Bajé del coche, me acerqué hasta la iglesia, me dirigí al colmado, al edificio donde había las oficinas del ayuntamiento... Eran las dos del mediodía y aquello no era más que un poblado fantasma. Intranquilo, subí al coche con la intención de marcharme y acercarme hasta un mesón de carretera que estaba a pocos kilómetros. Giré en la plaza para retomar el camino por donde había venido, cuando a lo lejos divisé una figura humana que se dirigía hacia el pueblo. Esperé que se acercara para abordarla. Aquel hombre era el hijo de Aniceto, estaba envejecido y sucio. “¿Usted es Gregorio, verdad?” Asintió con la cabeza. “¿Dónde está la gente del pueblo?” “En el pueblo sólo quedamos tres personas”. Le comenté la razón de mi presencia y mi extrañeza por el éxodo habido. Le animé a que me contara las circunstancias acaecidas. Se mostró dubitativo. Le ofrecí un cigarrillo. “¿No va a decírmelo?” Finalmente contestó: “La gente se ha marchado por miedo”.
Entonces escuché una voz interior, una voz que me decía que aquel misterio merecía implicación. Eran los ecos de las palabras de mi padre, a él le habría gustado resolver aquel enigma. Me dispuse a imitarle. “Me llamo Fernando, la última vez que estuve aquí tuve la oportunidad de asistir al entierro de su padre que por fortuna no estaba muerto”. Gregorio me miró como si hubiese mentado al diablo. “Disculpe, no quería ...” Se pasó una mano por la cabeza y dijo: “Nadie comprará su casa, nadie, no al menos hasta que pasen muchos años”. Ésta era una cuestión menor en aquel momento. Al fin me decidí: “Me gustaría invitarle a comer y conocer lo que ha pasado. Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre nacieron en este pueblo, siento la necesidad y la obligacion de conocer los detalles, por respeto a su memoria y por mi propio interés. Se lo ruego...” Se mesó los cabellos y aceptó.
Sentados delante el uno del otro, en el mesón Canales, a unos doce kilómetros del pueblo, a pie de carretera, Gregorio fue ensartando las causas de aquella migración. “Usted ha mencionado antes el suceso del día del entierro de mi padre. Ahí empezó todo. Resumiendo le diré que nada alrededor de mi padre fue igual que antes de aquel desdichado día. Para empezar, su personalidad sufrió un gran cambio: casi no salía de casa, habilitó una habitación sin ventanas donde dormía sólo, puso un cerrojo interior que impedía la entrada a la misma... Mi madre siempre le observaba con desconfianza, todos nos comportábamos como extraños, sin naturalidad. Como curiosidad le diré que el féretro, propiedad de la familia, convivía con nosotros, mi padre lo tenía al lado de la cama en su habitación, con los goznes amputados. A menudo insistía en que nunca dejáramos que se cerrase un ataúd en caso de fallecimiento. No hace falta que le diga que esta aprensión se hizo todavía más densa en relación a las gentes del pueblo. Cuando mi padre salía de casa, todo eran saludos huidizos, todos tenían prisa, se apartaban de él”.
Se tomó un pequeño respiro para apurar el vaso de vino. Le pedí que prosiguiera. Lo que siguió a continuación me dejó helado.
“Esta situación se prolongó por espacio de unos tres años. Hasta que un día de un caluroso mes de agosto, ya entrada la tarde, tras reiterados y vanos intentos por conseguir hablar con mi padre, mi madre y yo decidimos reventar la puerta de entrada de su habitación, temiéndonos alguna desgracia. Así fue, mi padre yacía muerto en el suelo. Después de colocar su cuerpo encima de la cama, mi madre pronunció:

- Gregorio, hijo, tu padre está muerto, pero antes avisar a un médico, teniendo en cuenta lo que pasó hace unos años, creo que seria oportuno esperar un día más, para que no haya ni una posible duda respecto de su muerte.
No me opuse. De este modo, pasadas veinticuatro horas de nuestro hallazgo, fuimos al bar del pueblo para realizar una llamada telefónica al médico de Albarracín. El médico se personó casi dos horas después, confirmando que la muerte de mi padre por infarto había ocurrido hacía unas cuarenta y ocho horas. Ante su extrañeza por nuestra tardanza en avisarle, mi madre comentó que Aniceto se había vuelto muy extraño desde su muerte fallida y que a veces se pasaba dos y tres días sin salir de su habitación, sin hablar con nadie.
El médico recomendó un entierro sin más dilaciones pues el cadáver ya daba señales de descomposición, con un abdomen algo hinchado y un hedor sulfuroso que producía náuseas. Tras una llamada urgente al cura, nos confirmó que al día siguiente, a las doce del mediodía, se celebraría el funeral por la muerte de mi padre.
Con la ayuda de mi madre pusimos el cuerpo de mi padre dentro del ataúd y acordamos que, para esta ocasión, prescindiríamos de la presencia de los empleados de pompas fúnebres, pues nuestra economía no nos permitía un nuevo gasto, a todas luces excesivo.
Al día siguiente, al levantarnos, comprobamos que el hedor de la muerte había cruzado la frontera de su habitación. Enseguida cerramos la tapa del ataúd y lo arrastramos hasta la puerta de casa. Luego, lo montamos en una carretilla grande y lo llevamos a la iglesia.
Todo el pueblo acudió al entierro, creo que con cierto alivio, pues nadie había sido capaz de superar la resurrección de mi padre. El cura hizo un sermón sin referencia alguna al pasado, exceptuando los consabidos tópicos. Aquello fue un entierro repetido, las emociones no fueron más que un leve reflejo de las originarias, mientras el perfume de la muerte se adentraba por todas las fosas nasales de los presentes. Cuando el cura terminó, enfiló por el pasillo central, subió a su automóvil y se marchó.
El pueblo en pleno estaba dentro de la iglesia, hablaban unos con otros, nos daban el pésame..., hasta que un grito angustioso rompió los murmullos. Doña Flora, enlutada de pies a cabeza había caído al suelo después de habernos alertado a todos. Muchos nos arremolinamos a su alrededor para socorrerla y conocer el motivo de su espanto. No fue necesario su testimonio, Unos y otros, con un terror absoluto pudimos observar como se movía la tapa del ataúd donde yacía mi padre, eran como desfallecidos intentos por abrir la tapa que se levantaba un par de centímetros y volvía a cerrarse. Nos quedamos paralizados, mi razón buscaba entre millones de explicaciones imposibles. Al fin, mi madre, desquiciada hasta lo más profundo de su ser, se abalanzó sobre el ataúd, gritando como una posesa: ¡Traigan una cuerda, ahí dentro habita un monstruo! Finalmente, de la sacristía trajeron unos manteles alargados que una vez anudados sirvieron para sellar el féretro”.
Imaginé la escena, resoplé. Gregorio prosiguió su relato:
“Desde entonces, en cada noche, en cada nube velando la luna, en cada rayo y en cada trueno, en cada aullido o viento extraño, se intuía la presencia del vagabundo de la muerte, la sensación de una amenaza desconocida que desataba un sentimiento de culpa y de terror. Era un silencio compartido que pesaba como una losa. Sin darnos cuenta, en el pueblo cada vez éramos menos, y eso acentuaba todavía más una atmósfera temible que recaía en las espaldas de unos pocos. Para colmo de males, mi madre se ahorcó, provocando la huida de la veintena de personas que todavía quedaban en el pueblo. Ahora, me acompañan en este lugar una pareja de ancianos, tan perdidos en sus recuerdos que ni siquiera recuerdan nada de lo vivido aquí”.
Alguien tomó una decisión en mi interior.
“Gregorio, creo que sufristeis una alucinación colectiva. Fuisteis víctimas de unos precedentes y de una serie de circunstancias malditas. Todavía faltan unas horas para que anochezca. Me brindo para desentrañar este misterio, acompáñeme hasta la tumba de su padre”.
No encontré resistencia, era un cachorro indefenso y asustado en manos de un destino cruel. El cementerio abandonado albergaba unas docenas de nichos y tumbas. Me indicó cuál era el nicho de su padre y procedimos a retirar la lápida, barnizada de cemento y con el nombre del finado escrito con algún objeto punzante. Yo mismo me sorprendí de tanta decisión por mi parte, el espíritu de mi padre me había poseído para no dejarme jamás. Arrastramos el ataúd con un fragor horripilante. Una vez en el suelo, desaté unos nudos liados con desesperación. Mire a Gregorio, su mirada era serena, fatalista, esperanzada, era una hoja a la deriva del viento.
Retiré la tapa y miré en el interior.
Había dos esqueletos.
El del padre de Gregorio y el de una rata.

No hicieron falta las palabras, Gregorio lo entendió todo. Levanté la vista al cielo y le dije a mi padre que me sentía digno heredero de sus vivencias y misterios.

Ironía

Ironía Ella se llama Nazareth

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

Consolida regalis

Consolida regalis dijiste espuelas de caballero
He anudado unas cuantas a mis tobillos
y, la verdad, bonitas quedan.
Pero no creo que llegue muy lejos con ellas

El hombre que se enamoró de la luna

El hombre que se enamoró de la luna /////////////////actualización 24/12/2005//////////////////////////////////
Nueve meses depués de la recomendación de Job, he leído:
Spanbauer, Tom, el hombre que se enamoró de la luna, Barcelona, 2002, Quinteto, El Aleph Editores, S.A.
A su buena reseña sólo me cabe añadir algunas perlas que justifican sobradamente cualquier acercamiento a esta imprescindible novela.

(p. 48) -Me folló hasta hartarme, toda una proeza -comentaba Ida-. Era como estar con una polla, ese chico. Nunca me ha sucedido algo parecido. La polla no se le había desarrollado del todo. Apenas tenía un pelo en los huevos. Sabía a carne joven, y créeme si te digo que lo recorrí entero.
(p.73) Ida Richilieu necesitaba su tiempo y sus cigarrillos delante del espejo entre las tareas del día y las tareas de la noche. Necesitaba contemplarse. Necesitaba beber de su vaso de whisky y contemplarse. A veces, Ida frente al espejo, yo veía el reflejo del licor, de los cigarrillos y el rostro tenso de una mujer mayor. A veces veía el reflejo de sus brazos endiabladamente esqueléticos y las descarnadas piernas de una jovencita. Lo veías cuando levantaba los brazos para estirarse el cabello. Esa mujer despedía el olor de sulfurosas primaveras o tierras profundas. La curva de su brazo bajando hasta el negro pelo de sus axilas,bajando hasta sus pechos, siempre me hacía pensar. Sus oscuros, redondos y grandes pezones golpeaban mi corazón igual que el vello negro de su agujero de mujer... golpeaba mi corazón cuando la veía, cuando la olía.
Y también algo más. Esos lugares de Ida -los pezones, el agujero de mujer, el culo, las axilas- no parecían pertenecerle del todo. Era como si esas partes fueran un añadido: un corsé en el que se metía y que preteba para trabajar por las noches. De día era la auténtica Ida: lavando, limpiando, barriendo; Ida, blanca y tersa, llevaba su negocio, gritaba órdenes para que se hicieran las cosas. Luego, por la tarde, Ida se introducía en su sexo, en aquellas partes suyas, sujetándolas con una correa, igual que thord Hurdlika se colocaba sus guantes de vaselina; Thord e Ida, dos trabajadores infatigables que procuraban conservar alguna parte de su cuerpo suave.
(p.140) Como sucede con la mayoría de los hombres, su sudor olía a semen y culo, incluso después de haberse lavado.
Dellwood Baker olía como la mayoría de los hombres sólo que más: olía como una bodega llena de manzanas podridas o patatas, o como las entrañas de un ciervo cuando abres un ciervo. Como el aliento de un caballo después de que el caballo ha comido peras. Un olor fuerte como el musgo de un manantial.
Su olor era como el que, supongo, despide un toro al olisquear a una vaca en celo: era un olor tan abiertamente sexual que te hacía retroceder.
(p.164) Lo primero que aprendí por mí mismo, sin que me lo dijera Ida, Dellwood, Alma u otra persona, mi primera auténtica verdad fue ésta: follar era igual que todo lo demás; lo que pensabas que hacías no era lo que estabas haciendo. Pensabas que estabas mamando y penetrando y besando, aguantando y eyaculando. Pero lo que en realidad hacías era contar una historia.
Antes que nada, de todos modos, necesitas saber que tienes una historia. Luego tienes que contarla. Saber cómo contar bien tu historia es importante, pero el secreto para follar bien es lo bien que sepas escuchar. Follar sólo sale bien cuando las dos historias empiezan a ser la misma historia -la historia de la trayectoria sexual humana-, cuando los dos cuerpos dejan de ser dos cuerpos y pasan a ser una única y gran laceración, un único corazón latiendo.
(p.165) Aquellos que tienen algo que necesitan esconder siempre odian a aquellos que no lo esconden...
(p.185) Los árboles parecían asustados.
Se apretaban juntos en el centro de un vacío. A ningún árbol en su sano juicio se le habría ocurrido jamás crecer en un lugar semejante... a no ser que los hubieran forzado a ello... y supuse que forzados a ello se habrían agrupado lo mejor que habían podido, como una familia, levantándose orgullosos y altos, proyectando sombra en un desierto que carecía por completo de ella.
(220)Mientras Charles Smith disparaba no dejé de mirar el cañón del rifle. La bala entró en mí, en mi corazón. Miré la sangre que me recorría el pecho. Volví a mirar hacia arriba. Los ojos salidos de Charles Smith eran los ojos del diablo. Su sonrisa, la sonrisa de la garganta rajada del cerdo; el destello de la bayoneta al rojo vivo clavada a fondo en su cerebro, hediéndose, de oreja a oreja.
Charles Smith volvió el arma en su dirección. Se metió el cañón en la boca. Disparó y los sesos le saltaron por el aire.
Y entonces: mi respiración, mi corazón.
Y un instante después, nada.
Charles Smith me había matado.
No había luz, sólo oscuridad.
(p.273) Ida siempre magnificando lo que realmente sucedió al tiempo que juraba que todo lo que decía era cierto, que era la palabra de Dios que, para Ida, nunca estaba demasiado lejos de la suya.
(p.280) El problema es que Alma creía estar enamorada de Dellwood Barker.
Alma Hatch creía que era amor. Pero no era amor. Ni tampoco la hierba. Se trataba sólo de la forma de ser de Alma.
(p.307) (...)decía que había que andarse con cuidado con las historias que te creías sobre la gente de color porque la mayoría de las historias que escuchabas sobre la gente de color las contaban blancos, y cuando hablaban de la gente de color la mayoría de los blancos se volvían un poco locos o completamente locos, y las historias sobre negros locos contadas por blancos locos tendrían que hacerte pensar.
(p.353) Lo cierto es que me entraron ganas de acercarme a donde estaban para preguntarles cómo hacerlo: estar tan limpio y convencido de tener razón. Cómo amar a Dios o a Joseph Smith o a quien fuera que hubiera que amar para que el sol brillara en ti de ese modo. Tú con tu madre, tu padre, tus hermanos y hermanas; tú con tus hijos, limpio y confiado; toda tu familia viviendo contigo en una casa con más de media ventana, con muchas habitaciones y a la que poder llamar hogar
Lo cierto es que quería ser blanco, quería ser tybo. Quería ser mormón. Tener las reglas de los mormones. Leer el Libro. Tener esposa e hijos. Tener un gran ataud y las cosas limpias y ordenadas cuando me muriera.
(p.360) Ida decía que los inviernos llegaban de tres en tres, y lo decía como lo decía todo. Como si no hubiera una sola posibilidad en el infierno de equivocarse.
(p.366) Lo que recuerdo del concurso es que el concurso empezó a media tarde y que el concurso empezó follando. No follando sino hablando de follar. (...) de haber podido habría dicho lo siguiente: quien mejor me ha follado es la bala de Charles Smith.
(p.438) Era uno de esos días perfectos de verano en las montañas de Idaho, cuando el aire es tal que no puedes decir dónde termina tu cuerpo y dónde empieza el mundo.



Job me recomienda:

SPANBAUER, Tom.El hombre que se enamoró de la luna Muchnik editores. Novela.

El hombre que se enamoró de la luna es un libro que no necesita que la literatura gay se ponga de moda, ni que los editores estén más interesados ahora que hace unos años en publicar libros que antes parecían destinados a un bien definido y reducido mercado. Es una novela capaz de llegar por méritos propios a un público que carezca de razones personales para interesarse por él, o sea, alcanzar la universalidad, el problema fundamental que se plantea a cualquier escritor ya sea indio, judio, homosexual, etc que pretenda hacer buena literatura. Y Tom Spanbauer lo ha conseguido con este libro.

Spanbauer empezó a vivir abiertamente su homosexualidad cuando se trasladó a Nueva York durante la revolución gay de los años 70; antes estuvo casado y desempeñó todo tipo de trabajos. Mientras escribía El hombre que se enamoró de la luna trabajó de portero en un edificio de Nueva York.

De El hombre que se enamoró de la luna lo menos que se puede decir es que es una novela sorprendente en muchos aspectos: de entrada sorprende el hecho de que consiga cautivarte tanto, se lee de un tirón. Sorprendente es también el realismo mágico impregnado de filosofía india que destila la prosa (?) de Spanbauer (el personaje central cree poder desaparecer a voluntad); sorprende que su autor no sea indio; y sorprende la deliciosa confusión de poesía, sexo, leyendas que parecen contadas por un anciano indio a la luz de la hoguera, opio, ternura y fantasía.

El personaje central, Cobertizo, toma el nombre del lugar donde recibía a sus clientes, Afuera-en-el-cobertizo; es medio indio y vive en el prostíbulo de Ida Richelieu, la alcaldesa de excellent (Idaho). Mantiene una relación edípica con el que cree que es su padre, el hombre que estaba enamorado de la luna, el vaquero de frondosos ojos verdes que le enseñará el arte de tener orgasmos sin eyacular. Junto a Alma Hatch, la mujer que llegó un dia al local de Ida y pagó en metálico para pasar la tarde con Cobertizo, los cuatro forman una familia en la que el amor se manifiesta en todas las formas posibles: compartiendo el sexo, el whisky, el opio, y el odio por los mormones de excellent, que serán incapaces de tolerar el, para ellos, pernicioso comportamiento de los habitantes del local de Ida.

"Breve historia de todas las cosas" Ken Wilber
http://www.agapea.com/BREVE-HISTORIA-DE-TODAS-LAS-COSAS-n124176i.htm

"Normas para el parque human" Peter Sloterdijk
http://www.agapea.com/NORMAS-PARA-EL-PARQUE-HUMANO-n100557i.htm

"El hombre que confundio a su mujer con un sombrero" Olivier Sacks
http://www.etiquetanegra.com.pe/revista/2004/17/sombrero.htm