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Haciendo aguas

Haciendo aguas Bandera, Magda, Haciendo aguas, Barcelona, 2000, Editorial Plaza & Janés, S.A.

 

 

No soy viajero, o lo que me gusta es viajar a través de las mentes de mis amigos, si se quiere. Psiconautólogo, que diría mi amigo imaginario Manu. Por otro lado, Uds. ya saben que mis lecturas están condicionadas ante mi rechazo a la novela en tercera persona. Con estas premisas, uno no aborda con demasiado optimismo una novela sobre un viaje y que empieza explicando sentimientos “ajenos”:

 

 

“El frío hace temblar a las personas y el calor a las cosas. Pero aquel mediodía de julio, Fredrik Andersson no se sentía demasiado humano y tiritaba como el vapor que, mareado, se asomaba a la chimenea del ferry rumbo a Córcega”

 

 Me puede la belleza, a mi y a mis posiciones iniciales. Seguí leyendo y me adentré para mi grata sorpresa en historias explicadas desde el yo. O los “yoes”, porque sólo se puede escribir así, y además queda perfectamente justificado cuando entendemos que hay personajes que no son menos que caras del narrador, una estrategia del “salirse de una misma”: (p.92) “Allí la atendió una señora que parecía tan cansada como las colchas de sus camas”.

 

 

Haciendo aguas se lee de un tirón, de dos, si como en mi caso, Uds. prefieren dejarse unas páginas para el día siguiente. Uds. encontrarán puntos de anclaje y plataformas de impulso. Llámenme pejiguero, pero hay detalles de escritura sublimes que si están bien medidos, me arrebatan: (p.46) “Su novio, el eterno novio de mi madre, es profesor de latín, muy inteligente, demasiado para poder quererlo”.

 

 

Un viaje tiene componentes de huída ( p.75 “Estoy en Cerdeña, en el culo del mundo, en una tierra que me recuerda demasiado al lugar del que vengo huyendo”), de tránsito y de advenimiento, mentales, de estrategia vital. Y por supuesto paisajes, gentes y costumbres, encuentros, desencuentros y despedidas.

 

 

Lean, lean esto:

 

 

(p.78) (…) “Pero para que te hagas una idea, lo salvaje de estas tierras es que te hacen creer que las has domesticado, pero luego apenas si les arrancas nada, exactamente como nos pasa a nosotros.

 

Me gustaría verte y contarte todo esto en persona, pero por ahora no pienso ir a Villanueva. No voy a hacerlo en una buena temporada, a no ser que me invites a tu boda. Te casarás, estoy segura de que te casarás cualquier días de éstos, y montarás la filmoteca que querías abrir. La semana pasada estuve en un cine de pueblo y por supuesto también me acordé de ti. Ya ves, puedes hincharte como un sapo, no he hecho otra cosa que pensar en ti desde que me monté en el primer autobús sardo y vi un cartelito que decía “VIETATO PARLARE CON EL AUTISTA” (PROHIBÍDO HABLAR CON EL CONDUCTOR). Me dolió recordar todas las veces en que te llamé “autista” injustamente. Tú nunca me has llamado “trepa” ni “calientapollas”, y en eso me he convertido. Carlitos, pero no voy a dejar que nadie me lo diga a la cara.

 

Sé exactamente lo que soy, pero también sé que no le voy a poner remedio.”

 

 

 

Fragmentos así son los únicos esperados por mi en un relato de viajes (o de “no viajes”) que valga la pena.

 

 Tentado estuve, en un arranque de egoísmo mediocre, de no recomendarles “Haciendo aguas”, pero, que quieren que les diga, lo asimilado ya me pertenece y además no soy tan mal tipo.

 

 

Gracia Magda

P.S. El enlace del blog de Magda Bandera lo tienen en en la sección ad hoc de ellosnoexisten.

 

 

 

7 comentarios

Dux Claw -

Excelentes imagenes


Felicidades

jesús -

Bah, dices eso porque me quieres ;)

Jule -

Quizás deberías dedicarte a las criticas de literatura. No he leido todo el libro (solo la parte de Fredrik), pero leyendo tu crítica, creo que he perdido algo.
Gracias por las recomendaciones, los comentarios y tu sinceridad.
Un abrazo

jesús -

De nada, Mar, de necesidades, cada cual (también) tiene las propias. Un placer.

Mar -

Me has animado, tal vez necesitaba más que nunca leer esas palabras.gracias por la recomendacion

jesús -

Saludos, Golfo,
Creo que es una reacción lógica ante mis problemas para adentrarme en los relatos. Me cuesta creer algo escrito en un estilo típico de narrador, me es menos verosímil. De todas formas, leo también, por supuesto, novelas en tercera persona, siempre y cuando el narrador sea alguien que cuente desde fuera lo que pasa, como quien explica una película. Lo que llevo mal es cuando el narrador se mete en la mente de los diferentes personajes y explica sentimientos, pensamientos, etc. de los protagonistas en vez de describir los signos que nos harán interpretar dichos pensamientos o sentimientos.
Ejemplo que me vale: "Juan golpeó sobre la mesa, arrugó el entrecejo, y apretando los dientes dejó escapar un gruñido"
Ejemplo que no me vale: "Juan discrepó e hizo visible su enfado"
Llámeme maniático
:)

Golfo -

Qué mejor crítica que una con buenos ejemplos como bocacitos y menos blablás y retratos de la miel en el bote.
Me la pido.
Aún no pillo bien tu rechazo por escribir en algo que no sea primera persona...
reconozco que cuesta menos, quizá porque es natural en tanto a que se asimila a la forma de hablar misma... pero vaya, fuera de esto, no veo otra cosa. Y no por ser fácil va a ser siempre lo idóneo... después de todo escribir no es hablar... o no tiene por qué. Hay tantos escritores geniales que escriben como hablan (buenos narradores) como horribles conversadores que hablan como si escribiesen (uuuuf).