Houellebecq, M., Plataforma
Houellebecq, Michel , Plataforma, Barcelona, 2002, Anagrama.
Cuando uno está empapado de alcohol, justo antes de empezar a embrutecerse, a veces tienes instante de aguda lucidez. El deterioro de la sexualidad en Occidente era, sin duda, un fenómeno sociológico y masivo, y resultaba inútil intentar explicarlo mediante tal o cual factor psicológico individual; pero al mirar a Jean-Yves me di cuenta de que él ilustraba mi tesis a la perfección, tanto que casi me sentí incómodo. No solamente ya no follaba ni tenía tiempo de intentarlo, sino que en realidad ya ni siquiera tenía ganas, y aún peor, sentía inscribirse en su cuerpo esta pérdida de vida, empezaba a percibir el olor de la muerte.
Esta cita bién podría ser la ilustración de uno de los núcleos duros de otros tantos conceptos sobre los que se desarrolla Plataforma. Escrito en primera persona a modo de diario (¿quizás Blog?) y constantemente referenciada, la certeza de verosimilitud de la historia nos alcanza rápido. No les haré un resumen de la trama (para eso cualquier búsqueda en Google les servirá) que siendo atractiva, tiene como mejor virtud servir de lecho a las ideas y conceptos que el autor nos enfrenta. Mimesis, Análisis y Crítica en primera persona de un cualquiera de nosotros al aquí y ahora que vivimos. A mi entender (creo que muy diferente del que tiene la crítica amateur y profesional) Plataforma tiene varias virtudes que la hacen mejor que las otras obras de Houellebecq (Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Lanzarote) e igualmente superior a la mayoría de novelas que inundan las librerías. Por un lado la agilidad, inteligencia y frescura de su prosa que nos sorprende por permanecer en un delicado equilibrio entre la poética de lo cotidiano y la crudeza del pensamiento instantáneo expresado sin tamizar. Veamos:
Si hubiera tenido un arma, le habría disparado sin dudarlo un instante. Matar a aquella basurilla no sólo me parecía un acto indiferente, sino también una iniciativa beneficiosa, positiva.
Por qué yo nunca había manifestado, en mi trabajo una pasión comparable a la de Marie-Jeanne? O mejor, ¿por qué nunca había manifestado una verdadera pasión en toda mi vida?
Cogí el libro de bolsillo que se le había caído a los pies: un best-seller anglosajón y coñazo de un tal Frederic Forsyth. Yo ya había leído un libro de aquel imbécil: insistía en rendir homenaje a Margaret Thatcher y estaba plagado de evocaciones absurdas de la URRS, imperio del mal.
Apreciaba su voz dulce, su celo católico y minúsculo, el movimiento de sus labios cuando le hablaba; debía de tener una boca muy cálida, dispuesta a tragarse el semen de un amigo de verdad.
No está mal, eh?
Bien, Plataforma es bastante menos pretenciosa que Ampliación del campo de batalla o que Las partículas elementales. Uno lee y la historia le entra con naturalidad. Esa característica de buena digestión es una buena vaselina para que el caballo de Troya preñado de contínuos jaques al pensamiento único, melífluo e hipócrita de nuestra sociedad nos inocule.
En cuanto a su extensión, es lo suficientemente larga como para que la historia no se quede en la mera anécdota de Lanzarote.
Uno va leyendo Plataforma y sonríe mientras piensa: "claro, ya sabía yo que se podía escribir así". Houellebecq nos regala con su estilo la confirmación de una sospecha general que solemos tapar mientras miramos hacia otro lado.
Cuando uno está empapado de alcohol, justo antes de empezar a embrutecerse, a veces tienes instante de aguda lucidez. El deterioro de la sexualidad en Occidente era, sin duda, un fenómeno sociológico y masivo, y resultaba inútil intentar explicarlo mediante tal o cual factor psicológico individual; pero al mirar a Jean-Yves me di cuenta de que él ilustraba mi tesis a la perfección, tanto que casi me sentí incómodo. No solamente ya no follaba ni tenía tiempo de intentarlo, sino que en realidad ya ni siquiera tenía ganas, y aún peor, sentía inscribirse en su cuerpo esta pérdida de vida, empezaba a percibir el olor de la muerte.
Esta cita bién podría ser la ilustración de uno de los núcleos duros de otros tantos conceptos sobre los que se desarrolla Plataforma. Escrito en primera persona a modo de diario (¿quizás Blog?) y constantemente referenciada, la certeza de verosimilitud de la historia nos alcanza rápido. No les haré un resumen de la trama (para eso cualquier búsqueda en Google les servirá) que siendo atractiva, tiene como mejor virtud servir de lecho a las ideas y conceptos que el autor nos enfrenta. Mimesis, Análisis y Crítica en primera persona de un cualquiera de nosotros al aquí y ahora que vivimos. A mi entender (creo que muy diferente del que tiene la crítica amateur y profesional) Plataforma tiene varias virtudes que la hacen mejor que las otras obras de Houellebecq (Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Lanzarote) e igualmente superior a la mayoría de novelas que inundan las librerías. Por un lado la agilidad, inteligencia y frescura de su prosa que nos sorprende por permanecer en un delicado equilibrio entre la poética de lo cotidiano y la crudeza del pensamiento instantáneo expresado sin tamizar. Veamos:
Si hubiera tenido un arma, le habría disparado sin dudarlo un instante. Matar a aquella basurilla no sólo me parecía un acto indiferente, sino también una iniciativa beneficiosa, positiva.
Por qué yo nunca había manifestado, en mi trabajo una pasión comparable a la de Marie-Jeanne? O mejor, ¿por qué nunca había manifestado una verdadera pasión en toda mi vida?
Cogí el libro de bolsillo que se le había caído a los pies: un best-seller anglosajón y coñazo de un tal Frederic Forsyth. Yo ya había leído un libro de aquel imbécil: insistía en rendir homenaje a Margaret Thatcher y estaba plagado de evocaciones absurdas de la URRS, imperio del mal.
Apreciaba su voz dulce, su celo católico y minúsculo, el movimiento de sus labios cuando le hablaba; debía de tener una boca muy cálida, dispuesta a tragarse el semen de un amigo de verdad.
No está mal, eh?
Bien, Plataforma es bastante menos pretenciosa que Ampliación del campo de batalla o que Las partículas elementales. Uno lee y la historia le entra con naturalidad. Esa característica de buena digestión es una buena vaselina para que el caballo de Troya preñado de contínuos jaques al pensamiento único, melífluo e hipócrita de nuestra sociedad nos inocule.
En cuanto a su extensión, es lo suficientemente larga como para que la historia no se quede en la mera anécdota de Lanzarote.
Uno va leyendo Plataforma y sonríe mientras piensa: "claro, ya sabía yo que se podía escribir así". Houellebecq nos regala con su estilo la confirmación de una sospecha general que solemos tapar mientras miramos hacia otro lado.
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