Diablo Guardián
Velasco, Xavier, Diablo Guardián, Madrid, 2004, Suma de Letras S.L.
Lo compré pensando que ser Premio Alfaguara de Novela 2003 era una garantía de calidad (con Delirio de Laura Restrepo en 2004 me metieron un gol) y lo disfruté durante mucho tiempo, embriagado en una prosa llena de poesía, frescura, guiños a los lados oscuros e ideas que aceleran el pulso.
La web del libro (con sinopsis) aquí:
Y seguidamente, les emplazo a copiarme en los momentos previos al paso por caja, descubriendo pasajes que certifiquen la calidad de la textura literaria.
Necesitaba un novio fuerte y obediente. Sólo los hombres fuertes saben obedecer las órdenes de una mujer.
Una le inventa nuevos nombres a la gente para apropiarse de ella. Nombres con los que nadie más les llama, sólo tú.
Un poco ñoña, claro, pero toma en cuenta que dos días antes yo era Superñoña.
(n.a. Una alusión a NYC que a mi me gusta contraponer a la de Lethem en Huérfanos de Brooklyn.)
En New York nadie es rico. No suficientemente ¿ajá? Siempre hay algo que no puedes tener. Y en cambio la ciudad te tiene, no te suelta. Te atrapa entre sus garras y te recuerda que eres una caquita de mosca flotando entre toneladas de toneladas de polvo. Y aun con lo poco que vale el polvo, la caquita de mosca es mil veces más barata. Porque en New York ni tu dinero es tuyo. Lo andas cargando, sí, pero es de la ciudad. Cualquier cosa que cae sobre la superficie de New York es automáticamente newyorkina. O sea propiedad privada de New York. La ciudad no te adopta, te soborna. Te compra y te tira, por eso la quieres. Y querer así envicia, tú ya sabes.
Rosalba solía llevar unas gafas amarillas lo suficientemente horribles para disimular el poder de sus ojos,... (...)...los labios al extenderse, dibujaban la clase de sonrisa frente a la cual sólo un completo miserable podría decir que no... (...)...de tal forma que quien así contempla no hace sino exigir tributo y vasallaje: tienes que mirarme.
Las personas adultas se avergüenzan de su infancia como de su inocencia, y luego también de su juventud, porque lo más fácil y lo más cómodo y lo de mejor gusto es olvidar a tiempo lo que ya no se tiene.
Para quien, como Pig, el verdadero sexo ocurre no a partir del coito, sino del despegue, tripular a Noemí era montar a pelo una cabeza de misil, donde la hembra monopolizaba el derecho al rugido y el macho se entregaba a la misión sagrada de desgañitarla, con los solos oficios de su imaginación cochina. Pues mientras se batía con Noemí en inenarrables duelos de secreciones, ella jamás dejaba de insistir: Dime más cochinadas, hijito.
Las historias de pactos con el diablo siempre cuentan lo mismo: alguien lo llama, él llega y luego no hay ni cómo correrlo. Los diablos no toleran una falsa alarma. Una mañana puedes levantarte con buenas intenciones, pero si el día anterior se te ocurrió llamar al diablo, va a ser él quien se encargue de tus intenciones.
Sin saber nada de ella, Pig creía ya entender lo único importante: Rosalba se reía con los ojos, y era esa una morfina del todo irrenunciable.
Con esa propensión que tienen los que dudan en guarecerse de la tempestad de pensamientos bajo las cálidas enaguas de una idea fija
Lo compré pensando que ser Premio Alfaguara de Novela 2003 era una garantía de calidad (con Delirio de Laura Restrepo en 2004 me metieron un gol) y lo disfruté durante mucho tiempo, embriagado en una prosa llena de poesía, frescura, guiños a los lados oscuros e ideas que aceleran el pulso.
La web del libro (con sinopsis) aquí:
Y seguidamente, les emplazo a copiarme en los momentos previos al paso por caja, descubriendo pasajes que certifiquen la calidad de la textura literaria.
Necesitaba un novio fuerte y obediente. Sólo los hombres fuertes saben obedecer las órdenes de una mujer.
Una le inventa nuevos nombres a la gente para apropiarse de ella. Nombres con los que nadie más les llama, sólo tú.
Un poco ñoña, claro, pero toma en cuenta que dos días antes yo era Superñoña.
(n.a. Una alusión a NYC que a mi me gusta contraponer a la de Lethem en Huérfanos de Brooklyn.)
En New York nadie es rico. No suficientemente ¿ajá? Siempre hay algo que no puedes tener. Y en cambio la ciudad te tiene, no te suelta. Te atrapa entre sus garras y te recuerda que eres una caquita de mosca flotando entre toneladas de toneladas de polvo. Y aun con lo poco que vale el polvo, la caquita de mosca es mil veces más barata. Porque en New York ni tu dinero es tuyo. Lo andas cargando, sí, pero es de la ciudad. Cualquier cosa que cae sobre la superficie de New York es automáticamente newyorkina. O sea propiedad privada de New York. La ciudad no te adopta, te soborna. Te compra y te tira, por eso la quieres. Y querer así envicia, tú ya sabes.
Rosalba solía llevar unas gafas amarillas lo suficientemente horribles para disimular el poder de sus ojos,... (...)...los labios al extenderse, dibujaban la clase de sonrisa frente a la cual sólo un completo miserable podría decir que no... (...)...de tal forma que quien así contempla no hace sino exigir tributo y vasallaje: tienes que mirarme.
Las personas adultas se avergüenzan de su infancia como de su inocencia, y luego también de su juventud, porque lo más fácil y lo más cómodo y lo de mejor gusto es olvidar a tiempo lo que ya no se tiene.
Para quien, como Pig, el verdadero sexo ocurre no a partir del coito, sino del despegue, tripular a Noemí era montar a pelo una cabeza de misil, donde la hembra monopolizaba el derecho al rugido y el macho se entregaba a la misión sagrada de desgañitarla, con los solos oficios de su imaginación cochina. Pues mientras se batía con Noemí en inenarrables duelos de secreciones, ella jamás dejaba de insistir: Dime más cochinadas, hijito.
Las historias de pactos con el diablo siempre cuentan lo mismo: alguien lo llama, él llega y luego no hay ni cómo correrlo. Los diablos no toleran una falsa alarma. Una mañana puedes levantarte con buenas intenciones, pero si el día anterior se te ocurrió llamar al diablo, va a ser él quien se encargue de tus intenciones.
Sin saber nada de ella, Pig creía ya entender lo único importante: Rosalba se reía con los ojos, y era esa una morfina del todo irrenunciable.
Con esa propensión que tienen los que dudan en guarecerse de la tempestad de pensamientos bajo las cálidas enaguas de una idea fija
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Victor X. -