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ellosnoexisten

jovencitas aplicadas

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(decíamos) Su risa entrecortada agravó el dramatismo del gesto, diabólico, como si de alguna manera arrancara un contrato beneficioso, o un alma ajena. (/decíamos)

Bárbara no se tomó bien la sorpresa del inquilino-sorpresa.

Que si “Otra vez me pides opinión antes”

Que si “Me da igual cómo sea de importante Mister Importante” (habrán adivinado que mi mujer, ya en su versión proyecto-mujer 1.0, no reparaba en la corrección literaria de sus apreciaciones)

“Por el amor de Dios, Jesús, si sabes que no pongo ni “nacimiento” en navidad para no tener compañía” (no reparaba tampoco, efectivamente, en la corrección estética)

y que

“A ver qué dices cuando yo me traiga el trabajo a casa”



Les explico. Ella no trabajaba en una empresa cuyo teléfono pudieras consultar en las páginas amarillas. Ni falta. Cualquier diario deportivo publicaba cada mañana, bajo una foto minúscula de Sunset Thomas extraída de un fotograma de “Latex”, la siguiente leyenda:

“JOVENCITAS APLICADAS. Te recibimos en nuestro piso de estudiantes y dejamos que nos examines. Todas las asignaturas. Tel. XX XXX XX XX”

Bárbara atendía el teléfono, enganchaba a los clientes y los citaba. Cuando el tipo en cuestión llegaba al piso, mi novia desaparecía y quedaban en el salón las cuatro sudamericanas. Bárbara se llevaba un veinticinco por ciento de la facturación. La “operación cambiazo” rara vez fallaba.

Teniendo en cuenta el modus vivendi de Lady Centralita, el “llevarse el trabajo a casa” no era poca amenaza.

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