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ellosnoexisten

más que suficiente

más que suficiente Tras una primera investigación que confirmó como ciertos alguno datos desconocidos por mi, acepté el encargo. Mi siguiente libro, pues, iba a ser un ensayo biográfico, alejándome por completo de la novela y sin dar la ocasión de machacarme al crítico de turno. Ya saben: “Bordas vuelve una vez más a la carga con una historia que desde el primer capítulo bebe de su estilo consolidado y, por tanto, carente de riesgo alguno: sexo, lenguaje soez, la muerte del principal actor secundario y los inevitables tintes autobiográficos de la narración en primera persona. Toda una declaración de principios que además de no engañar a nadie dejará satisfechos tanto a sus incondicionales como a aquellos lectores que busquen un mero entretenimiento.”

 

A las cinco y media de la tarde me despertó el timbre de la entrada. Eran Bárbara, mis hijos y los reproches. Los reproches: “Que cuantas veces tengo que decirte que no cierres la puerta con llave que después no podemos entrar. ¡Vaya! ¡Cómo tienes la casa! Ya veo: estás borracho. A mi no me engañas: te lo veo en los ojos”.

Le contesté que lo veía en mis ojos porque yo no llevaba gafas de sol.

-También lo veo en el güisqui que te has bebido -señaló la botella vacía y tumbada sobre el manuscrito esparcido sobre el parquet.

 

Me justifiqué con la magnífica jugada de distracción que me ofrecían los acontecimientos: -Ha muerto Adam.

-Cielos, eso es terrible ¿Cómo ha sido?

-Ha dejado de respirar, el corazón le ha dejado de latir y su cerebro no emite señales eléctricas –dije mientras subía las escaleras camino del lavabo.

-¿Tienes que ser tan cabrón?

 

Esto lo dijo gritando, con los brazos en jarras en actitud de desafío.

 

-Déjame. Con una que me grite al día tengo más que suficiente.

-¿Qué quieres decir? –exigió.

 

Mierda-mierda-mierda. Esos comentarios son los que deben quedarse en mero pensamiento.

 

-Déjalo. Me duele la cabeza. Oh, lo siento, olvidé que esa excusa te pertenece.

-Mira que llegas a ser cabrón. Si te duele, tómate una aspirina pero no la pagues conmigo.

-Te recuerdo que cuando te duele a ti yo me hago una paja y no pago mi frustración con nadie.

-Pero qué cabrón llegas a ser.

Así podíamos haber estado una hora. Afortunadamente los niños exigieron la merienda y yo pude finalmente encerrarme en el lavabo. En media hora, y tras la gincana para sortear a mis hijos conectados a la consola de videojuegos, salía de mi casa vestido con el traje de los funerales y un dolor de cabeza top ten.

2 comentarios

jesúsb -

jajaja, lu, ¿Puede ser un camión isotérmico?

lu -

joder ¿te presto la tartera?

me gusta cuando las dibujas sin zapatos ni calcetines.